Estaba comiendo una rica quesadilla de
requesón con huitlacoche en el mercado de Tepoztlán, cuando suena mi teléfono :
“Teocari Ciriaco ¿Como estas? … los ando buscando y nadie contesta, tenemos La
Ceremonia el sábado, Hikuri Neirra, es muy importante que vengan para cerrar el
compromiso espiritual… tráete tu cámara Teocari … por acá nos vemos.”
Era
mi amigo Wixrarika Santos de La Cruz, compañero de peregrinación en Wirikuta.
Chale está bien cabrón, todos andan
desaparecidos, pensaba mientras comía mi quesadilla.
La
última vez que fui a la sierra Wixrarika, fueron 15 hrs. de viaje en camiones,
y 6 hrs a pie por una cañada de terror en la noche, me caí fácil cuarenta
veces, sin exagerar, llegue hecha pomada a la comunidad, me dolían un chingo
las piernas al día siguiente, y no podía ni danzar bien en la ceremonia.
Además ya comí mucho hikuri este año. Es
temporada de lluvias, Amatlán es una hermosura, solo quiero estar viendo
llover, con un cafecito con canela, en mi casita preciosa. Es muy delicado
filmar esas ceremonias tan intimas, etc, etc , etc. Tenía mil buenas razones
para no ir a esa lejana fiesta Wixrarika.
“Me
hace una de nopal con flor, y póngale salsa roja.”, le digo a la doñita del
puesto.
Le
marco a mi amigo Shantanu, un documentalista arriesgado, más loco que yo: “Carnal! ¿como estás?... Es
tu día de suerte, te invito un viaje al mágico , místico y musical mundo
huichol, el Hikuri Neirra, La Fiesta del Peyote! Es una invitación muy especial,
por lo general no van mestizos, pero ya vez yo te estoy invitando… chance
filmamos algo … paso mañana por ti en la madrugada y trae tu cámara.”
Este güey esta loco! no me pregunto ni donde
es , ni de que se trata.
“Me
hace otra… de chompantle por favor, con salsita de la verde, y sírvame una
agüita de guayaba.”
Me
levanté del puestito de quesadillas con el estomago lleno, y un sueño nuevo tejiéndose
en el fondo de mi corazón.
Al
día siguiente paso a D.F. por Shantanu, después de desayunar unos hot cakes, salimos no tan de madrugada a las 12 del día. Salir de la ciudad de
México es casi una prueba naguálica,
desafiando el tráfico buscando atajos.
Agarramos
esa carretera ancha y plana hacia el Norte, el paisaje industrial es muy desangelado
y gris. A la altura de San Luis Potosí el paisaje se vuelve mas colorido y
bonito, montañas rojas, cielo azul intenso y ese bosque tupido de yucas que me
encanta.
Atravesamos
un cacho del hermoso desierto mexicano, mi corazón vuela de emoción con esos
horizontes infinitos y luminosos, con esas montañas imponentes, que parecen
presencias antiguas , habitadas por leyendas y seres mágicos que nos guían en
el camino. Recuerdo a una Abuela Maya compañera de viajes, recuerdo sus gestos
en el camino saludando a los espíritus de las montañas, rezando
siempre.
Este
hermoso desierto por el que transitamos, antiguamente era caminado por los abuelos
Wixrarika en su viaje a Wirikuta, dicen que duraban hasta cuarenta días en ir y
volver. Pienso como la fuerza y la belleza de este desierto habita en sus pies,
en su sangre, en sus ojos, como la sencillez y la conexión con lo mas esencial
es un gran ejemplo de vida. Recuerdo como unos meses atrás, cuando peregrinamos
con ellos hacia Wirikuta , aunque íbamos en camión, nos paramos muchas veces,
incluso en medio de las grandes autopistas, a cantar, a rezar y a dejar
ofrendas.
“Mira
eso!!” me señala mi amigo: una gran águila parada sobre un tronco, nos saluda en el
camino, un escalofrío recorre mi cuerpo.
Ya
bien entrada la noche y con mucha hambre, nos paramos en Valparaíso, un pueblo
de esos raros que hay en el norte. Caminamos por la calle buscando algo abierto
para comer, los jóvenes norteños circulan en sus camionetotas emborrachándose y
escuchando música ranchera a todo volumen, creo que esa es la gran diversión
nocturna en ese pueblito sin gracia. Un puesto de tacos es nuestra salvación,
aquí en el norte eso de ser vegetariano no es funcional, así que me armo de
valor y me pido unos tacos de bistec, hace mucho que no me comía un taco tan
bueno.
Le
digo a Shantanu: “Me dijeron que no anduviéramos manejando de noche por esta
zona, la neta no se ni cuanto falta para Huejuquilla, ya vamos a dormir aquí”.
Por
esa zona del país transitan muchos narcos,
zetas y cosas de esas que no te quieres encontrar.
Al
día siguiente llegamos a Huejuquilla, y nos encontramos con algunos de nuestros
queridos Teocaris (Teocari significa
en wixra: compañero de peregrinaje a Wirikuta). Lo que mas me gusta de estos viajes
son los hermanos maravillosos que me encuentro en el camino.
Vemos
a Santos de La Cruz, o mas bien Teocari
Felicita, (en el peregrinaje nos cambian los nombres a todos), él es el
portavoz del pueblo Wixrarika en esta lucha por la defensa de Wirikuta, es quien nos invita a esta ceremonia, que es
en su comunidad y con su familia, y nos
abre la puerta y nos guía en el mundo Wixrarika.
Están
también sus tíos, los brillantes
Maracames, Eligio y la enigmática Lina,
ellos tienen una autoridad ancestral y a la vez mucha sencillez y humildad. Los
ojos de La Maracame reflejan una espiritualidad y una sabiduría muy
profunda. Al verme me saludan : “Ciriaco!!”
y se ríen a carcajadas, les causa mucha gracia el nombre que ellos mismos me
pusieron.
Y Teocari Prudencio, una guerrera bella e
inteligente, y Teocari Anita, un
caminante mágico y valiente activista, que
esta metido totalmente en la defensa de Wirikuta, y que junto con su familia, y
otros compas wixras y mestizos comprometidos, crearon el Frente en Defensa de
Wirikuta: Tamatsima Wa Haa. Anita,
Prudencio y Ciriaco somos los únicos tres tewaris (mestizos) que logramos
llegar hasta este punto del peregrinaje. Shantanu, hermano y compañero de
películas, esta aquí por que tiene
suerte y por que no sabe de que se trata!
Nos
vamos en caravana junto con los Maracames y varios wixras, hacia Uweni Muyewe (Bancos de San Hipolito) , una
comunidad metida en el fin del mundo.
Transitamos
por un paisaje impresionante, grandes cerros, picachos,
peñascos, lajas , serranías, barrancos, etc.
Conforme vamos subiendo el clima árido se convierte en un bosque tupido
y fresco de robles, encinos , pinos, y otros arboles enormes y antiguos.
Nos
adentramos al secreto mundo indio, y como si cruzáramos una invisible línea
fronteriza, la tierra se vuelve deslumbrante y exuberante, son tierras
caminadas con amor y conciencia, protegidas, rezadas y nutridas, por miles de
años. La mayor biodiversidad de este país esta en los territorios indígenas,
que con su forma de vida consciente y armoniosa, resisten a la depredación sin
limites del sistema dominante, que avanza con fuerza devastando bosques,
selvas, desiertos, costas y toda la naturaleza que queda.
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