martes, 28 de enero de 2025

¡Cállate el hocico!

 



Por: Jorge Enrique Gasca Domínguez

 

¿Es neta que pretendes que nos internemos al desierto con personas de las que apenas y conocemos su nombre? - le cuestioné a Gabriel una vez que me presentó a sus acompañantes en el ejido de Las Margaritas. 

 Me sentí desconcertado ya que la idea original, platicada semanas atrás, era hacer una ceremonia en Wirikuta con un pequeño grupo de viejos practicantes, sin cantador, sin ritual a cumplir, entregar una ofrenda sencilla en el Bernalejo al amanecer, regresar a Las Margaritas de bajo perfil a media mañana y volver a la CDMX muy temprano al día siguiente.

La inclusión de personas que nunca habían estado en el desierto perturbaba claramente mis expectativas, ante la posibilidad de que viniesen con el interés de recibir enseñanza de algún chamán-Marakame o iluminanti equivalente, de vivir un ritual apegado a la forma Wixa y, ante todo, ávidos de viajar por la realidad alterada de la mano del Kayaumari. 

Es lo que hay hermanito, este es el grupo que nos toca – contestó Gabriel sin mayor aspaviento. 

A las 10 de la mañana del sábado 16 de marzo del 2024 caminamos de Las Margaritas al terreno de Don Tere, mismo colinda con el Bernalejo y al que la mayoría de los peregrinos le llama ´la Milpa de los Iglús’.

Mientras avanzábamos en fila india, les pedía a los ancestros del lugar que consintieran que Jauxa arribara a los iglús antes de que cayera la noche para encender el fuego y ser el cantador de la ceremonia. Él nos había ofrecido que haría todo lo posible por llegar, pero que si se presentase algún contratiempo a lo largo del día tendríamos que disculparlo, en cuyo caso alguien más tendría que hacerse cargo. Por supuesto, por incapacidad y prudencia yo no me consideraba apto para tal fin, lo cual no me libraba de la posibilidad de hacerlo.

Estando ahí hicimos los preparativos requeridos para la ceremonia y aguardamos el anochecer. Jauxa arribó al filo 10 de la noche, de inmediato se sentó en su equipal, indicó que se encendiera el fuego y empezó a cantar de manera notable y conmovedora.

La ceremonia transitaba de la visión sublime tejida por el cantador, a las grotescas payasadas llenas de hilaridad, carilla, burlas e iconoclasia heyoka de Gabriel, de Gianluca y, sobre todo, de Eructo de Buitre, quien esto escribe. 

¡Cállate el hocico!  me tienes aturdido y fastidiado– me exigió Frank, el peregrino de Berlín con evidente enojo como a las 2 de la mañana. 

Con lujo de disciplina dejando de lado mis credenciales, que hoy ya no tienen valor alguno, obedecí de inmediato el mandato del guardián de Brandeburgo, quien por cierto nunca había pisado Wirikuta. Tanto que, como muy pocas veces en mi peregrinar por estas tierras, estuve en total silencio por seis horas hasta el amanecer.

Al no tener que invertir energía alguna para sostener mi protagonismo narcisista, fui participando de manera callada en el ritual y pude recordar, o mejor dicho volver a vivir, aquella inesperada y grandiosa ceremonia celebrada en febrero del 2004 con el Marakame Don Pedro de Haro, ahí mismo en los Iglús del Bernalejo.

Haya -aquí, escuchaba las palabras que Don Pedro dirigió- dirigía   al abuelo fuego, veinte años antes -ahora, como un susurro apenas audible:

“Lo único que te pido abuelo Tatevari, es que cumplidos innumerables peregrinajes a nuestros lugares sagrados, después de haber cantado en incontables ceremonias y fiestas en Teponahuaxtlán, de participar activamente en la batalla por la defensa de nuestro territorio, que nos permitió recuperar para el pueblo Wixarika grandes extensiones de la Sierra que nos fueron arrebatadas a lo largo de los años.

Lo único que te pido abuelo, es que me concedas el regalo y el privilegio de poder admirar y sentir la creación, al mundo y a los seres que lo habitan con ojos y corazón de primera vez.

Te pido que los pocos días que me quedan me concedas la transparencia de la inocente mirada del niño que nada lo sabe y todo lo agradece, el corazón florido de la niña que a todos ama y respetuosamente acompaña…”

 Dicho lo propio Don Pedro se mantuvo en silencio hasta el amanecer, honrando la petición de Frank.

Al salir el sol se me acercó y me comentó en corto desde su profundo Marakame:

“No te dijo: ‘¡cállate el hocico! ‘

Te Dijo: ‘Estoy a punto de renacer en esta tierra amorosa y necesito silencio para darme a luz´.

Ancestros contentos, cuatro direcciones contentas, abuelo contento”. 

Sin decir más, con gestos me solicitó que abrazara a los ceremoniantes de primera vez, a quiénes renacieron esa madrugada en los iglús de Wirikuta. Profundamente emocionado, abracé a Alejandra, a Fernanda, a Gerardo y a Frank.

Los ceremoniantes del ‘acullá’, los del 2044 tiempo lineal, junto a los guardianes de la sincronicidad, se unieron en júbilo al abrazo en el territorio sagrado Wirikuta- Madre Tierra- Vía Láctea- Universo- Multiverso.

¡Fractal de corazones, Geometría sagrada!

Pamparius.


Don Pedro de Haro 

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