miércoles, 15 de agosto de 2012

Rostros de la Abuela en la aldea


He

Nuestra Flor

En su cuerpo físico lleva el resplandor del Sol. Dorado. Encarnado. Pálido tras las nubes.
En su cuerpo mental combina el negro plumaje de la noche -lo que quisiéramos ocultar, asume en ella toda la oscuridad- y los colores del arcoiris en la máxima intensidad posible.
Lleva el nombre del sol.
Irradia el aroma de la vida.
En su danza siembra, a cada paso, una sugerencia de luz y libertad.
Es su voz el clamor de la humanidad por retornar al verdadero Amor.

Gracias siempre Ana Luisa Solís Gil.

Hun

Dos en la mención del uno: La Rosa y el Rocío

Belleza escandalosa: como la mirada ardiente del  fuego original.
También tímida, modesta. Busca un manto de espinas que la guarden y al mismo tiempo regala su perfume. Sin escatimar entrega su esencia al universo.

La mañana se regocija con la aparición de aquella que divide su brillo en infinitas joyas diminutas. A todos acaricia sutil.
Brillan los hilos de oro y plata, las pieles verdes, los corazones despiertos, y también, la Rosa.

Gracias Rosa María García Damián y gracias Soledad del Rocío Quiñones Montiel.




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