
"Emyi ka iñche epu folil geyu wüman külelu fütxa kuyfi mawüzantü mew"
(Tú y yo somos dos raíces dormidas en un bosque milenario)
Don Lautaro me miraba con ojos sospechosos, como no confiando en este winka que mostraba interés en las historias antiguas de lo que él denominaba “religión mapuche”.
“Este nguillatún (acto de petición) se viene practicando desde los tiempos antiguos. Hace muchos años, tantos que ni se recuerda bien, en un lugar a los pies del río en la bajada del volcán se encontraron dos niños, un hombre y una mujer. Ese niño y esa niña como seres venidos y entregados por el pillán (gran fuerza), tenían un newen (fuerza espiritual) enorme y sabían las formas de hablar y comunicarse con los espíritus de estos lugares. Al nacer fueron adoptados por nuestro pueblo. Uno de ellos está enterrado a un lado de este lugar, a unos pocos metros, ahí está su cuerpo.”
“Esta fiesta, esta rogativa se hace para recordarlos y recordar las formas y rezos que dejaron ellos como abuelos, para que nosotros sepamos que la religión mapuche no es un cuento, que es algo que pervive en la historia, que es parte de nuestro pueblo”
La ceremonia del nguillatún en Pucura debe ser una más dentro de muchas de las fiestas y expresiones comunitarias que persisten en la precordillera de la IX región. Desplazados desde la denominada “pacificación de la araucanía” grandes grupos de personas se movieron hacia el interior para reubicarse en torno a la precordillera, alejándose de la costa y de las tierras cercanas a lo que el día de hoy es Valdivia.
“Para este año, acá lo que se hará es una ofrenda dirigida por el peuma (sueño) de una anciana. Ella vió en sus sueños que el volcán ruka pillán (Villarrica) necesita de grandes ofrendas para no encender sus venas y dejar salir la lava. Entonces un kawell (caballo) salvaje, espíritu masculino indomable como las fuerzas de la naturaleza, debe ser traído y entregado para el equilibrio y mantener el pacto de abundancia con los espíritus”
Mediante un rápido corte angular, luego de amarrar sus pies, un gran caballo salvaje de unos dos metros de altura con una cola preciosa que tocaba el suelo, entregó su vida en manos de los lonkos (jefes) para responder al sueño de los abuelos. El corazón fue extraído inmediatamente del pecho con una rapidez quirúrgica para ir palpitando a rozar los coligües sembrados al centro de la ceremonia, que representan las lanzas de los antiguos konas (guerreros) mapuches. Guerreros que resguardaron las medicinas, guerreros que resguardaron a su pueblo. Guerreros y guerreras que entendieron el ciclo de los alimentos y la coordinación de los astros en su alquimia con las siembras.
Trozos de pulmón fueron entregados a los peñis (hermanos) que acompañaban el rezo, para volver al aire 4 veces, sosteniendo la respiración del aire en ofrenda, que es el mismo aire que corre por los pulmones de todos.
“Ruka pillan, literalmente la casa del pillan, es el padre madre de todos los espíritus volcánicos de esta zona. El más grande de esta familia de volcanes. Se sabe por sueños, se sabe por años y años de abuelos y abuelas que entendieron sus idiomas, que se le debe gran gratitud por la fuerza que encarna” Me contaba por la noche el Machi Christian en su ruca.
“Cuando ven que se ofrendan animales grandes es por que el ruka pillan es poderoso, es fuerte, y entonces se necesitan buenas ofrendas: un toro, unas ovejas, grandes animales, el mejor regalo para compartirle al guardián de estos lugares, y por su puesto para compartir comida con todas las otras familias”
Durante el día la armonía y calidez humana que se vivía en el nguillatun serían un ejemplo para la convivencia de vecinos y familias de una ciudad. Cada familia cocinaba por lo menos un pollo, una oveja, un animal y parte de su siembra para tener abundante comida.
Esa comida se hacía pensando en la convivencia y en el compartir con las otras familias durante el almuerzo y la tarde. Cada grupo – unas 120 familias casi – ponía lo mejor de sí para ir de mesa en mesa, saludando, compartiendo, hablando de cómo están las cosas. El rito y la ceremonia era la convivencia social, al mismo tiempo que la rogativa de abundancia era para todas las partes.
En palabras durante la mañana largas conversaciones eran mantenidas con el mundo espiritual, y entre los líderes de las familias. Guiadas por el lonko, los ngiempin afkasi (capitanes), y konas… entre medio teníamos la suerte de compartir con algunos que nos comentaban algunas partes del ritual, algunas figuras. Siempre el mejor lugar para hablar del espíritu es la ceremonia.
“Se dice y cuenta que el niño que fue encontrado junto a su pareja mujer a los pies del río en la antigüedad, tenía un newen traído de las estrellas, y que conocía las formas antiguas y visionarias del lawen (medicina). Él fue durante un tiempo como un formador para algunas personas de esta zona, un instructor de la fuerza antigua, dicen” me comentó el peñi (hermano) Catricura.
“Tal era su newen que era conocido por la capacidad de ir junto a su kawell y cruzar el lago sobre el agua hasta llegar a la isla que se ve en el horizonte, esa isla pequeña. Él podía cruzar e ir y volver hasta ahí, para buscar algo que se necesitaba o alguna lawen de esos lugares”.
“Es sabido que la mayor fuerza de los antiguos konas y referentes de nuestra cultura estaba dado por el servicio y la entrega a sus peñis. En ese círculo, en esa entrega, está la magia de abundancia que repetimos cada año desde hace muchos tiempos en este nguillatún”
“La clave para la abundancia es el agradecimiento de todos y todo lo que te rodea” Terminó diciendo el peñi para volver a ponerse su manta, tomar su trutruka (tambor) y volver al amu purrun (fila de danza de a dos).
Es sorprendente como Chile (al igual que gran parte de los países americanos) luego de años de convivencia e interrelación con las comunidades de pueblos originarios, no ha sabido poner en valor el conocimiento y la cultura que persiste viviendo desde hace milenios. Perpetuados por juicios, herencias colonialistas y un modelo económico en el cual priman las ecuaciones matemáticas antes que el sentido común, el ser humano ha ido perdiendo valores básicos de cooperación y colaboración, siendo incapaz de conciliar lo que no es capaz de entender por un sesgo cultural.
Mientras tanto, un grupo de férreos seres humanos en distintos puntos del continente continúan firmes en su ofrenda, con una profunda perseverancia que ha resistido a evangelios y modelos de éxito, a figuras de salvadores, morales y motivaciones ajenas, violencia extrema y desprecio cultural.
Con pie firme y un profundo amor a su tierra, generaciones y generaciones han luchando no sólo por sus intereses individuales y sus familias directas: han luchado por continuar equilibrando las fuerzas de este mundo, por persistir amando a la tierra y a sus hermanos, sosteniendo una convivencia armónica entre las fuerzas que son parte de todos y nos rodean.
Centrados en una creencia miope, los fundamentos del sistema occidental persisten en creer en su independencia con respecto al entorno, la vida y el ecosistema que nos rodea. Esta forma de ser de nuestra sociedad continúa reproduciendo el pensamiento de que los bienes son infinitos, y las personas basando su tranquilad en el poder adquisitivo que les permite continuar consumiendo vorazmente en el tiempo.
El hombre civilizado y su forma, ha perdido de vista los gestos y actos de reciprocidad. El incivilizado y porfiado que no ha olvidado su origen y memoria, conserva recuerda y practica el sentido del equilibrio en su identidad.
Quizás mirando a los ojos nuevamente, respetando la diferencia seamos capaces de leer lo que nos está diciendo a gritos nuestra historia, que es la misma historia en tod
CAMINANTE DEL SUR...EMPIEZO A LEER TU RELATO Y ME TRANSPORTO A ESOS LUGARES MAGICOS CON LA GENTE SABIA. QUE MARAVILLA ES ESTAR CON ELLOS... CON LA NATURALEZA QUE AFORTUNADO ERES.
ResponderEliminarY PARA TODOS LOS INTEGRANTES DE MASACALLI ¡¡ FELIZ AÑO QUE LA LUZ LOS ILUMINE EN SU CAMINO Y LOS MEJORES DESEOS PARA CADA UNO ¡¡¡
Gracias por los relatos que tienen aroma de bosque, tierra viva y sabor a agua limpia.
ResponderEliminarUn abrazo desde el Valle de Toluca.