martes, 9 de agosto de 2011

Temazcal en el Centro Penitenciario de Valparaíso





104



"Noo poh.. no poh flaco.. ¿le pone actitú o no le pone actitú?.. Ahí si poh, eso necesita, AC-TI-TÚ, póngale AC-TI-TÚ… ¿vió que ahí si funciona?... a ver… le aplico entonces… ¿vió? Le aplico actitú y todo queda soplao, terrible e’ firme”.




El Johny vestía una polera larga de la U de los años 60, era del Ballet Azul. En otra de sus intervenciones me dijo, “Si poh hermano, acá de verdad somos los de abajo”. Luego de trabajar un rato juntos en el amarre de la estructura, se retiró hacia un costado y se sacó una especie de goma gruesa que le tapaba toda la zona del plexo solar. Al levantar su polera y sacar la goma que traía puesta, su estómago reveló múltiples cicatrices que competían con las innumerables marcas de sus muñecas.



Otro hermano que estaba apoyando el trabajo desde un comienzo, el Diego, de unos 27 años, había caído dentro desde hace 6 años por robo de una propiedad inhabitada. En el asalto, él y su mujer habían sido apresados y encarcelados. No veía a su hija desde hace dos años, a su mujer desde hace 6. Tenía una polera del River Plate de Argentina y una mirada más tranquila.



“Si así mejor vivirse la cosa acá, hacer conducta. Si allá dentro todos los días, todos los años, se te viene el psicoseo encima, mejor algo que ayude pa’ la mente, pa’ distraerlo a uno, que sea darse una vuelta, compartir con ustedes profe”



Continuó relatando el trato que había afirmado con su señora que estaba en la cárcel de mujeres “Semana a semana intento enviarle a mi señora mi ropa sucia, ella me la manda lavadita y le hecha su perfume. Esa ropa la dejo guardada en una bolsa bien cerrada. En cuanto me baja el psicoseo, o me empiezo a desesperar encerrado, abro la bolsita con el olor para recordarme a mí mismo que si continúo duro y parejo en la tranquilidá, voy a hacerla más corta para ver nuevamente a mi señora y a mi hija”



El Centro Penitenciario de Valparaíso actualmente tiene alredor de 3.200 internos. Está diseñado para 1.200. Los internos duermen hacinados en piezas para 2 personas, en grupos de 5 a 6 aproximadamente. El espacio donde el Comandante Toro nos permitió instalar el fuego no debe ser de más de 10 metros de diámetro, en medio de 5 módulos habitados, luego de atravesar por lo menos 3 distintas rejas y unos 4 controles. Todo con candados, puertas de seguridad.



El Comandante trajo un grupo de 5 internos para comenzar a trabajar, fue una sorpresa lo rápido que pudimos terminar de construir la casa del vapor.



“Acá vamos a traer a dos grupos de 35 personas para cada temazcal, son grupos del módulo 104, el de mayor conflicto dentro del recinto penal” Sólo bastaron esas palabras para que sintiera un sacudón interno, a lo único que podía atinarle era a mirar el fuego y confiar. Existe un sinnúmero de fantasías antes de conocer a los internos con los cuales íbamos a trabajar.



Felizmente como nos decía nuestro broder Palacete “son como cualquier gueón con el que te puedes estar tomando una chela” Sólo que tienen múltiples tajos, mirada animalesca, y en realidad se conectan a un nivel bien poderoso y básico con la medicina: piden descarnadamente por sus familias, por sus hijos que ya no ven. Piden descarnadamente por su soledad, por sus familias que ya no los visitan, por vivir sólo de recuerdos. Piden por los “malos espíritus” que ojala se liberen de sus caminos para hacer el bien.



Piden sobre todo por mantener la entereza y fuerza, para no hacer daño y salir con vida de la prisión. En la mirada fría, dura y profunda de los que tienen perpetua, entiendes que la vida es un juego divino donde hay una verdadera rueda perfecta, donde todo tiene su lugar y su momento.



Me pregunto a veces qué impulso nos hace estar trabajando, poniendo energía en compartir medicina en esos espacios. Quizás es una sospecha que fue dando paso a una convicción: esta antigua forma de rezar permite colaborar en el equilibrio de las fuerzas opuestas que subsisten en la naturaleza. Y de una forma autónoma, esta forma llamada temazcal fue buscando su espacio para ubicarse detrás de siete llaves y candados, en una prisión a un lado del Mar.



Algo parece gritar que todo es sagrado. Que todos y todo formamos parte la naturaleza. Que nada está fuera de ella, ya que en la rueda de la vida todos estamos dentro. Y que si bien en el mundo espiritual existen metáforas, la realidad es el mejor espejo para entregar sentido a las palabras: todos somos uno.



“No si yo ya me quedan 16 meses para salir de aquí. Esta vez quiero hacerla bien en la calle, porque así podré estar con mi hija, tiene 3 años y no la conozco… su mamá no quiere que la vea pero mis ojos son de ella, mi mujer ya dejó de venir a verme hace 2 años”



“Yo no sé quiénes eran mis padres, ni mi mamá, de chico estuve en Instituciones. Ya crecido de repente salía a la calle y volvía adentro hasta que empecé a caer en la Peni, una y otra vez. Se hace vida con eso… aer si me entiende profe… yo la verdá no sé trabajar… no sé hacer nada… pero le juro que esta vez cuando salga voy a hacerla bien, para darle un juguete que ví en una revista del comercio a mi hijita. Para que ella si tenga que sea un objeto que le recuerde a su papá”



La verdad no creo que podamos hacer mucho o poco, ni que tengamos una responsabilidad directa en todo esto. No sé cómo se puede sanar a alguien, ni creo que existan formulas o artilugios para quitar el dolor a la gente. Sólo sé que los eventos nos guiaron hasta este lugar, y al parecer un grupo de internos está comenzando a apreciar esto como una ceremonia.



Al parecer, todos necesitamos de todos. El de arriba sabrá por qué esto que nos han dado a cuidar – un canto, un fuego, una visión – se abrió un espacio en un lugar que no estaba en ningún programa.



Quién sabe si algún día uno de estos internos, en alguno de nuestros fuegos más allá de estas rejas, podrá conversar con otros sobre un camino de respeto, humildad y corazón. Quién sabe si un día, bajo el mismo Sol que nos ilumina a todos, cualquiera de ellos pueda acercarse de una manera distinta, a esa metáfora que en la calle conocemos como libertad.



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En el mes de Junio 2011 comenzó a trabajarse el primer temazcal en una prisión de América Latina en el Centro Penitenciario de Valparaíso. Esta actividad se está realizando gracias al apoyo explícito del Director del Centro Penitenciario, el equipo Psicosocial liderado por la Encargada de Cultura, Carolina Valderrama, el trabajo Voluntario realizado por la Organización Comunitaria Raíces del Sur, y el apoyo y visión de nuestro hermano artista y titiritero, Cristian Palacete. Las fotos son un aporte de Cesar Pincheira de Huella Digital y no pueden ser reproducidas a menos que se pidan los permisos explícitos (http://www.huelladigital.cl/)



2 comentarios:

  1. jesus carlos castillejos11 de agosto de 2011, 7:51

    Cuando se trata de medicina hay que llevarla a donde se requiera.
    Un abrazo, felicidades

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  2. Que gusto saber que en otro lugar del planeta... sí cuajó este intento.... en hora buena ... y a aprender de todos esos hermanitos... ud. nomás flojito y cooperando. La sacada de honda es solo al principio... ya después verás que tambien son dignos de confiar.
    Julio

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