
Cuando le comentamos a Don Cruz que iríamos a Virikuta con el abuelo Pedro nos manifestó con preocupación y alarma:
"Tengan cuidado con el Pedrito... Ustedes le creen porque les parece bonito y hasta bueno, pero si 'vieran' sabrían que es un verdadero cabrón. ¡Si no se ponen listos se los va a chingar!
No tienen ni menor idea de dónde y con quién se están metiendo. ¡Ir a un lugar de poder con un hombre de conocimiento es un asunto muy serio como para tomárselo a la ligera! Pero allá ustedes si por pura ambición van con él al desierto. ¡No me digan después que no se los advertí!”
Incrédulo por lo que me parecía una exageración le pregunté: “¿Le parece prematuro nuestro interés de ir al desierto con el abuelo Pedro? ¿Nos está sugiriendo que no vayamos?”
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La madrugada del 4 de febrero del 2004 tomamos carretera hacia el norte. Cayendo la tarde nos encontramos con el abuelo Pedro en el lugar acordado en el desierto.
“¡Llegan tarde pendejos! ¡Por estos lugares es peligroso caminar de noche a menos que conozcan muy bien el terrero!” - declaró como bienvenida.
Sin perder tiempo en protocolos revisó el contenido de nuestras mochilas, retirando lámparas portátiles y cuantos objetos encontraba que le parecían innecesarios para el viaje. Nos indicó el lugar que cada uno debería ocupar en serpiente-caminante y nos condujo por caminos desconocidos y apenas visibles al interior de Virikuta.
Después de avanzar tres horas en completo silencio, llegamos a un sitio que seguramente le pareció el indicado para pasar la noche.
“Procuren descansar porque mañana tendremos un día movidito. Si se levantan a orinar tengan mucho cuidado por donde pisan... ¡Este lugar está infestado de serpientes y escorpiones! ”- afirmó en tono dramático antes de quedar profundamente dormido.
Yo por si acaso me metí en mi bolsa de dormir y no salí de ahí hasta el otro día.
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